Aquí encontrarás toda la información que necesites para vivir tu fe en nuestra comunidad parroquial
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«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre» (Juan 6,51)
Se acerca una de las celebraciones más hermosas y profundas de nuestro calendario litúrgico: el Corpus Christi, la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. En estos tiempos donde tantas voces compiten por nuestra atención, donde el ruido del mundo a veces ahoga la voz suave de Dios, esta festividad llega como un regalo del cielo para recordarnos que Jesús no nos ha dejado huérfanos.
La belleza del Corpus Christi nace de una historia de amor divino que comenzó hace más de 750 años. Todo inició con las visiones místicas de Santa Juliana de Mont Cornillon, una monja que a los 16 años vio en una visión la Iglesia como una luna llena con un punto oscuro. Ese punto oscuro representaba la ausencia de una fiesta dedicada específicamente al Cuerpo y Sangre de Cristo.
¿No es hermoso cómo Dios utiliza corazones sencillos y humildes para sus grandes obras? Santa Juliana, como muchos de nosotros, guardó en secreto durante años lo que Dios le había mostrado, hasta que finalmente tuvo el valor de compartirlo. Y de esa pequeña semilla de fe, plantada en el corazón de una monja, creció una celebración que hoy abraza al mundo entero.
El Papa Urbano IV, movido por el Espíritu Santo y confortado por el milagro eucarístico de Bolsena —donde un sacerdote que dudaba de la presencia real de Jesús en la Eucaristía presenció cómo la hostia se transformó en carne viva—, instituyó oficialmente esta fiesta en 1264. Era como si Jesús mismo quisiera decirnos: "Estoy aquí, realmente presente, esperándote con amor infinito".
Hermanos queridos, en un mundo que constantemente nos dice que lo que vemos es todo lo que existe, el Corpus Christi nos invita a creer con los ojos del corazón. En cada Misa, cuando el sacerdote pronuncia las palabras sagradas "Este es mi Cuerpo... Esta es mi Sangre", ocurre el milagro más grande que nuestros ojos pueden presenciar: la transubstanciación.
No es solo un símbolo, no es solo un recuerdo hermoso. Es Jesús mismo, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, que se hace presente en cada hostia consagrada. Como nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: "Cristo está presente todo entero en cada una de las especies y todo entero en cada una de sus partes" (CIC 1377).
Esto debería llenarnos de asombro cada vez que entramos a nuestra iglesia. Ese pequeño sagrario dorado que vemos al frente no es solo una cajita decorativa: es la habitación del Rey del Universo, es el lugar donde habita Aquel que creó las galaxias y cuenta cada cabello de nuestra cabeza.
Queridos feligreses, si hay algo que puede revolucionar nuestra vida espiritual, es descubrir el poder transformador de la adoración eucarística. Cuando nos ponemos delante del Santísimo Sacramento, no solo estamos cumpliendo con una devoción hermosa; estamos exponiéndonos al amor más puro que existe.
San Juan Pablo II nos recordaba: "La Iglesia y el mundo tienen gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor". Y es verdad: Jesús nos espera. Nos espera en nuestras alegrías para multiplicarlas, en nuestras tristezas para consolarlas, en nuestras dudas para fortalecernos, en nuestros miedos para darnos paz.
Cuando adoramos a Jesús Sacramentado, algo maravilloso sucede en lo más profundo de nuestro ser. Es como si nuestro corazón, tan acostumbrado al ruido y la prisa, finalmente encontrara su hogar. Allí, en el silencio amoroso ante el Santísimo, Dios puede trabajar en nosotros de maneras que ni siquiera imaginamos.
La adoración eucarística nos transforma porque:
Nos enseña a amar de verdad: Ante Jesús Sacramentado aprendemos que el amor verdadero no busca ser servido, sino servir. Contemplando a Cristo que se entrega completamente en cada hostia, nuestro corazón egoísta se va convirtiendo poco a poco en un corazón generoso.
Nos da paz en medio de las tormentas: Cuántas veces hemos llegado a la adoración con el alma agitada y hemos salido con una paz que el mundo no puede dar. Es la paz de saber que, pase lo que pase, Jesús está con nosotros.
Nos fortalece para ser mejores: La gracia que recibimos en la adoración no se queda en nosotros; se derrama en nuestra familia, en nuestro trabajo, en cada encuentro con nuestros hermanos.
La belleza del Corpus Christi no se agota en un día de celebración. Esta solemnidad nos invita a vivir cada día como una procesión eucarística, llevando a Cristo en nuestro corazón a cada lugar donde vamos.
Como nos recuerda el Papa Francisco: "La Eucaristía no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles". Jesús viene a nosotros no porque lo merezcamos, sino porque nos ama infinitamente.
Esto significa que cada vez que comulgamos, cada vez que visitamos el Santísimo, estamos recibiendo la medicina del alma que necesitamos para ser mejores esposos, mejores padres, mejores hijos, mejores hermanos. La Eucaristía no es algo que añadimos a nuestra vida; es lo que da sentido y fuerza a toda nuestra existencia.
Dediquen un pequeño espacio en su hogar para la oración familiar. Puede ser una mesita con una imagen del Sagrado Corazón, una Biblia, un rosario y una vela. Cada día, especialmente los jueves, reúnanse allí por unos minutos para orar juntos. Pueden leer un pasaje del Evangelio, rezar un misterio del rosario, o simplemente compartir en familia por qué están agradecidos con Jesús ese día.
Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que escuchan. Cuando vean que papá y mamá dedican tiempo a orar, que Jesús es importante en casa, ellos también harán de la oración una prioridad en su vida.
Hagan de cada jueves un día especial en su familia. Pueden comenzar el día con una oración sencilla agradeciendo a Jesús por el don de la Eucaristía. Durante la comida, cada miembro de la familia puede compartir una cosa buena que haya vivido esa semana y cómo vieron a Dios presente en esa situación.
Si es posible, asistan juntos como familia a la adoración eucarística los jueves. Si los horarios no lo permiten, al menos uno de los padres puede ir y luego compartir con la familia lo que vivió en ese encuentro con Jesús.
Aunque no podamos comulgar sacramentalmente todos los días, sí podemos vivir en comunión constante con Jesús. Enseñen a sus hijos a hacer pequeñas oraciones durante el día: "Jesús, ayúdame en este examen", "Jesús, que pueda ser bueno con mis hermanos", "Jesús, gracias por este día hermoso".
Antes de cada comida, además de bendecir los alimentos, pueden agradecer a Jesús por ser nuestro "Pan de Vida". Esto ayudará a que toda la familia viva con mayor conciencia de la presencia de Dios en lo cotidiano.
Mientras reflexionamos sobre la belleza del Corpus Christi, mi corazón se llena de esperanza pensando en lo que podríamos vivir como comunidad si realmente abriéramos nuestros corazones a Jesús Sacramentado.
Sabemos que vivimos tiempos difíciles para la fe. El secularismo, el materialismo, las mil distracciones de nuestro tiempo pueden hacer que poco a poco nos vayamos alejando de Jesús. Pero hermanos, Él no se ha alejado de nosotros. Cada día, cada hora, cada minuto está ahí en nuestro sagrario, esperándonos con la paciencia infinita del amor.
Por eso, con todo el cariño de pastor que me une a ustedes, quiero hacerles una invitación especial: vengan a visitar a Jesús en los Jueves Eucarísticos. No importa si pueden estar cinco minutos o una hora. No importa si llegan cansados del trabajo o con las preocupaciones a cuestas. Vengan como están: Jesús los está esperando.
En estos encuentros de los jueves, no van a encontrar juicios ni exigencias imposibles. Van a encontrar al Amigo que nunca falla, al Médico que cura todas las heridas, al Padre que siempre perdona, al Hermano que comprende todas nuestras luchas.
¿Se imaginan lo que podría pasar en nuestras familias, en nuestro barrio, en nuestra ciudad, si cada jueves un grupo creciente de nuestra parroquia fuera a encontrarse con Jesús? Estoy convencido de que veríamos milagros: matrimonios restaurados, jóvenes que encuentran su camino, paz en los corazones angustiados, esperanza donde parecía que no la había.
Hermanos queridos, el Corpus Christi no es solo una festividad más en el calendario. Es nuestra fiesta de esperanza, es la celebración de un Dios que no se cansó de amarnos y que encontró la manera de quedarse con nosotros hasta el fin de los tiempos.
Como nos dice la Palabra de Dios: "El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él" (Juan 6,56). Esta no es solo una promesa para el futuro; es una realidad presente. Jesús quiere permanecer en nosotros hoy, en este momento, en medio de nuestras alegrías y nuestras dificultades.
Que esta celebración del Corpus Christi sea para cada familia de nuestra parroquia un nuevo comienzo. Que sea el momento en que decidamos darle a Jesús Sacramentado el lugar que merece en nuestras vidas: el primer lugar.
Y recordemos siempre las palabras de nuestro Señor: "Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré" (Mateo 11,28). Él nos espera cada jueves, cada día, en nuestro hermoso sagrario de San Bernardo.
Que María Santísima, primera adoradora de Jesús Eucaristía, nos ayude a enamorarnos cada día más de su Hijo presente en el Santísimo Sacramento.
¡Los esperamos cada jueves para adorar juntos al Rey del Universo que se hace pequeñito en la hostia por amor a nosotros!
¿Cuándo fue la última vez que visitaste a Jesús en el Santísimo Sacramento? Él te está esperando cada jueves en nuestra capilla de adoración. ¡Te esperamos!
Lunes a sábado
7:00 a.m. y 8:00 a.m.
7:00 p.m. y 8:00 p.m.
Domingo
7:00 a.m. - 9:00 a.m. - 10:00 a.m. (misa niños)
12:00 p.m. - 1:00 p.m. - 5:30 p.m. - 7:00 p.m. - 8:30 p.m.
Lunes a sábado
En horario de oficina/notaría
Domingos
Durante las misas
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Lunes a viernes:
10:00 am - 2:00 p.m.
4:00p.m. - 8:00 p.m.
Sábados:
10:00 am - 2:00 p.m.
Según el Código de derecho canónico, se nos indica que un padrino debe ser apoyo para los padres del niño o de la pareja (en caso de ser padrinos de matrimonio) en la formación cristiana, y es que tristemente los padrinos son elegidos más por la camaradería de los papás con los padrinos, que por la capacidad que tengan estos últimos en ser ejemplos para sus ahijados, no decir en temas de padrinos de matrimonio donde se elige al amigo por ser amigo y que muchas veces ni siquiera está casado o sigue la doctrina católica.
No hay una fecha exacta, no obstante, tratamos de darles aviso cuando inicie una nueva fecha de inicio del curso para la preparación al sacramento de la confirmación, en el curso se les dirá cuándo es la posible fecha del sacramento.